Pues sí, finalmente fuimos. Este año pudimos estar allí dos médicos, María e Inma, ambas neurólogas pero con mente abierta para hacer todo lo que pudiéramos. Han sido dos semanas intensas, bonitas, de disfrutar y aprovechar muy bien cada momento.
Los preparativos no fueron fáciles: intentar entender qué es lo que más pueden necesitar, hacer el pedido de fármacos, ajustarnos al presupuesto y, a última hora, pelearnos para conseguir los kits diagnósticos de la malaria (que por error se enviaron a Mozambique). Todo ello nos pone sobre la pista de que la tarea va más allá de lo que uno puede controlar a corto plazo. Pero con un deseo inmenso nos pusimos en camino.
La acogida por nuestra gente de allí (Ángel, Sonia, sus hijas, Eddie, Joseph) nos hizo sentir desde el primer día como en casa, y en seguida nos presentamos en la misión de las hermanas de la Caridad (madre Teresa de Calcuta) dónde nos recibieron con brazos abiertos y un sencillo “Thank you for coming” (gracias por venir). Empezó la aventura, la aventura del cuidado, la aventura de ese darse gratis a estos que parece que nos estaban esperando.
Después de las Sisters (hermanas de la Caridad) vinieron la Comunidad del Cenáculo, las Hermanas Hospitalarias, la clínica del Dr. Longine y las visitas uno a uno a aquellos niños que vamos conociendo, con graves discapacidades y que están en sus casas (aquí las llamaríamos chabolas) con sus familiares, que les cuidan como pueden. Quizá esto ha sido lo que más me ha impactado este año. En varios sentidos. Por un lado, ver la precariedad en la que viven, sentir el dolor porque no puedan recibir una atención un poquito más digna y, por otro lado, sentirnos cauce de una caridad que va hasta sus casas, hasta el último rincón del planeta, para decirles “tú me importas, quiero saber si te puedo ayudar en algo” y llevarles lo poco que tenemos que puede ser de ayuda y sobre todo llevarles el mensaje de que no queremos abandonarles.
Este año además hemos montado una óptica callejera, gracias a la generosidad de Jesús (LookVision) que nos puso a punto algunas gafas y nos enseñó la mejor manera de utilizarlas. Ha sido desde luego una bonita experiencia.
Si pensamos cuando empezamos y ahora, podemos decir que se nota el recorrido que vamos haciendo. Cada vez conocemos mejor el tipo de enfermedades que encontramos allí, y sabemos mejor cómo tratarlas. Cada vez más vamos encontrando (y nos va encontrando) gente con epilepsia y otros problemas neurológicos.
Hemos empezado a revisar pacientes que vimos por primera vez hace ya dos años. Empezamos a ver patologías mejor controladas, mejores hábitos y sobre todo una conciencia mayor de que la vida tiene un valor y que merece la pena que sea cuidada.
Poco antes de volver, de nuevo en la casa de las Sisters, nos dicen “come back soon” (volved pronto), y con ese deseo cogimos el avión de vuelta. Con la alegría del trabajo bien hecho y con las ganas de dar continuidad a esta historia. Un regalo estos días, cada momento, cada persona, un regalo la experiencia.