Camerún Junio 2023

Por EOCO Newsletter

CAMERÚN 4-24 Junio 2023

  Recién llegadas de Camerún, tengo el corazón y la cabeza llenos de inquietudes, necesidades, certezas y no es fácil poner orden en todo ello. Voy a intentarlo escribiendo un poco.

  Este año ha sido diferente de los anteriores. En realidad, siempre es diferente. Lo más evidente es que la misión y la tarea están creciendo, a un ritmo que va más allá de nuestras capacidades.

  Salimos de Madrid el día 4 de Junio, cuatro mujeres, cada una diferente, cada una capaz de aportar algo distinto, como bien se ha visto durante el viaje.

  A Sara no la conocía previamente. Es neuróloga y viene de Valencia. Una mujer práctica, inteligente, sincera y con gran capacidad de trabajo. Sus conocimientos de francés nos han ayudado muchísimo, y no solo eso, sino que es capaz de ir a fondo de los problemas, sin dejar espacio a la ambigüedad, y de buscar soluciones sin demora.  

  Carmen es la segunda vez que viene. Es enfermera, mujer trabajadora con gran experiencia. No deja de sorprenderme su fiel amistad y su capacidad organizativa. Es como una hormiguita que, sin darte cuenta, va poniendo los andamios para que tú puedas seguir caminando sin caerte.

   Susana es estudiante universitaria. Tiene 18 años. Conoce el proyecto desde hace años porque es mi sobrina, y desde hace tiempo quería venir. Ha estado colaborando con la escuela mientras nosotras pasábamos visita. Ha soportado la fatiga, el calor africano y ha visto en primera persona tantas situaciones dramáticas, que nacen de la presencia de un niño enfermo en una familia sin recursos. Su alegría y su sencillez han llenado de ligereza nuestros momentos comunes.

  Yo soy la cuarta. Es la segunda vez que voy a Camerún, pero llevo con proyectos de cooperación desde hace diez años (se trata de una inquietud que me acompaña desde la juventud). En la cabeza y en el corazón tengo la convicción de que tenemos una responsabilidad con estos niños/pacientes, que no han tenido la oportunidad de recibir un buen cuidado desde el momento de su nacimiento, cómo lo he tenido yo y los de mi entorno. Resuena en mi interior la frase “lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”, de Jesús de Nazaret.

  Esta vez más que nunca he experimentado que la tarea me desborda, nos desborda, que no somos capaces de realizar todo lo que querría y que veo como necesario. Pero he experimentado que en cada momento vamos recibiendo la ayuda necesaria y está bien hacer lo que se puede, conscientes de que ese poco es un inicio de cambio, porque no podemos cambiar el mundo entero de una sola vez. Nadie nunca pudo.

 

  ¿QUÉ HEMOS HECHO ESTE AÑO?

  Empiezo contando los antecedentes.

  En el año 2019 (septiembre) EOCO colaboró con la apertura de una escuela de educación especial en la ciudad de Douala (Camerún), en colaboración con la Asociación Mirando por África. Es una escuela pequeñita con capacidad para acoger 15-20 alumnos, todos con necesidades especiales. A través de esta experiencia y del trabajo del personal del centro, sabemos que hay muchos niños con discapacidad intelectual y física todavía sin diagnosticar y sin recibir unos cuidados médicos y una escolarización adecuada.

  Los días previos a nuestro viaje, el personal del centro hizo un trabajo de sensibilización sobre el tema, invitando a los pacientes a acudir a una consulta gratuita con nosotras: dos neurólogas y una enfermera. Desde el primer día la afluencia de pacientes fue increíble, algunas madres (porque en la mayoría de los casos son ellas las que se encargan) viajaban horas para que pudiéramos ver a sus hijos, en algunos casos llegando incluso el día anterior o a las 4 de la mañana para no perder la posibilidad de que sus hijos sean valorados. Tuvimos que poner límite al número de visitas diarias para no desfallecer en los primeros días.

  A lo largo de 3 semanas hemos visto a unos 200 niños. Todos ellos con gran necesidad de ser atendidos. Traídos por sus madres, abuelas o padres en algunos casos. Gente luchadora que no ha tirado la toalla a pesar de que no cuentan con ningún tipo de apoyo social.

  La mayoría de las enfermedades que tienen los niños que vemos no se curan (parálisis cerebral infantil con problemas motores severísimos y retraso intelectual, síndrome de Down, epilepsia, autismo,…) pero podemos aliviar síntomas, informar y orientar a sus padres.

  Nos han dicho que el apoyo moral que les damos es muy importante, y sé que es así, porque les ayudamos a reconocer el valor de sus hijos y a segur luchando.

 

  LOS NIÑOS

  El otro día vimos a “Gloria pequeña”. La conocimos en el anterior viaje, cuando era una recién nacida de pocas semanas. Sus rasgos eran extraños y su madre, enfermera, sabía que la niña era diferente y estaba tentada de rechazarla. La ayudamos a acogerla, a entender que la niña, siendo diferente, necesita también ser cuidada y estimulada para que se desarrolle lo mejor posible. Hoy es una niña de 1 año y 10 meses que está a punto de empezar a caminar. Nos mira con ojos asustados y como preguntándose “pero, ¿quiénes son estos?”. Es bonita, diferente pero bonita. Nos ha llenado de alegría cuando la hemos visto en la consulta.

  A Ives le hemos conocido este año. Su cabeza empezó a crecer demasiado y tiene un retraso importante de sus habilidades motoras. Con tres años no es capaz de caminar y casi no se tiene sentado. Su madre es la única que lucha por él. No tiene un diagnóstico claro todavía y tampoco tiene dinero para hacerle pruebas o plantear una cirugía. Con las donaciones de nuestros colaboradores pudimos hacerle un TAC cerebral y estamos viendo la posibilidad de operarle. Sinceramente, no sé si lo vamos a conseguir. La madre lloraba de emoción cuando nos vio ocupándonos así de su hijo. Nos escribió en un WhatsApp: “De parte mía y de mi hijo, os quiero decir un gran GRACIAS, GRACIAS por todo lo que habéis hecho por mi hijo. Que Dios Todopoderoso os bendiga, en todos los aspectos de vuestras vidas. No tengo nada para daros, sólo deciros gracias. No tengo dinero ni casa para estar, pero vosotros elevasteis mi espíritu y yo seguiré luchando para buscar mi felicidad”.

  Un encuentro tras otro, una tarea tras otra, parece que todo sucede cuando hay miradas atentas, y corazones disponibles. Es un privilegio poder vivir la caridad en acto.

 

  VISITAS A DOMICILIO

  El primer sábado que estuvimos allí y la tarde de un lunes nos fuimos a visitar algunas casas de niños con problemas que no habían podido venir a la consulta por su situación personal. En la primera de ellas conocimos a un padre con 4 hijos, 3 de ellos sordomudos y el pequeño además con discapacidad motora. La preocupación mayor es que el primero, Benjamín, estaba perdiendo vista. Conseguimos que le viera un oftalmólogo y le pusiera unas gafas graduadas. Pequeña solución para un gran problema.

  Vimos otros niños en sus casas, con situaciones dramáticas. Un pequeño con parálisis cerebral infantil que no paraba de tener crisis epilépticas (su madre lloraba contándonos no tenía dinero para comprarle las medicinas). Su primo con autismo que no dejaba de gritar. Un niño con una hidrocefalia tremenda que no se podía ni mantener sentado. Otro de 19 años, con una gran discapacidad fruto de una anoxia perinatal. ¡Cuánto sufrimiento escondido! Vas por los barrios sorprendida por la belleza de la naturaleza y vuelves encogida por el dolor que has visto en las casas. ¿Cómo se afronta todo esto? Llegó un momento en el que sólo podía custodiar en mi corazón las preguntas y rezar, pidiendo a Dios que cuide de cada uno que dejábamos en el camino, con el deseo de que nuestra visita haya aliviado al menos un poco.

  La última casa que visitamos fue dónde vive Josue. Es un niño de 7 años cuya madre murió en el parto. El niño sufrió hipoxia perinatal y tiene una discapacidad severa. Vive con su abuela, su tía y otros niños de su familia. No puede caminar y se arrastra por la tierra, metiéndose todo lo que encuentra en la boca, ante la mirada indiferente de sus cuidadoras.

  Cuando llegamos y nos sentamos enfrente de su casa, en las sillas de plástico que nos sacó la familia, Josué se acercó a chupar los zapatos de Sara. Nadie le decía nada. Finalmente le cogí en brazos porque no podía soportar seguir viéndole así, y con la excusa de explorarle. Él me acogió como asiento y se acurrucó en mi regazo como si fuera lo que más necesitaba en ese momento. Le limpiamos la cara y las manos. Le exploramos. Hablamos con su familia.

  Le hemos explicado a su abuela y a su tía que es importante cuidarlo, que hay cosas que no dependen del dinero. Vive cerca de la escuela y queremos que venga. Si es necesario, cubriremos desde EOCO todos los gastos. Estamos a la espera de su respuesta. La libertad es un misterio, sobre todo cuando de la libertad de unos depende el bien de otros. Quiero decir que podemos mediar para que el otro reciba un bien, o no asumir la responsabilidad que nos toca, con consecuencias terribles.

  Al día siguiente volvimos a la casa de Josué, con la misma insistencia y resistencia de la familia. Solo un resquicio de luz entró cuando ellos mismos dijeron: “si habéis venido dos veces es porque verdaderamente os interesa. Quizá es Dios quien os ha puesto en el camino…”

 

  LEPROSERÍA DE LA DIBAMBA

  Este año hemos tenido la suerte de poder visitar algunas obras/ misiones del vecindario.

  Un sábado fuimos a ver la escuela de sordomudos, dónde acogen niños con esta discapacidad pero también con otras patologías como autismo o síndrome de Down, en un intento de integración social.

  Lo que me ha gustado mucho es el Hospital de la Leprosería de la Dibamba. En un lugar antaño apartado, dónde se acogía a los enfermos de lepra, se ha estabilizado una misión de más de 50 años de vida, sostenida actualmente por misioneras carmelitas. Hay una zona de consultas, un pequeño quirófano, una Iglesia y algunas casas dónde se ingresan enfermos que se están tratando. También hay casas familiares, en las que viven descendientes de antiguos enfermos de lepra. Es como una pequeña aldea, llena de orden y de belleza en medio del caos de la ciudad, del caos de Douala.

  Nos recibieron allí las misioneras, que nos enseñaron todo con gusto. La hermana Mari Luz es médico, nacida en Castilla, pero que lleva más de 30 años en África. Se ocupa de la gestión del centro, de revisar a los pacientes ingresados y cuando puede también pasa consulta. Una mirada decidida y un rostro sereno y alegre. Ojalá en el tiempo podamos establecer una colaboración con ellas, ya que nuestra tarea nos desborda. Me escribía en un mensaje cuando estábamos ya volviendo:

“Me alegro mucho Inma… Yo también me alegro de conoceros y de vuestro courage y ánimo de aportar lo que podéis…cada grano de arena hace mucho!!!

LA VUELTA

  Hemos vuelto todas bien. Contentas y agradecidas por la experiencia. Con la impresión (o más bien la certeza) de haber vivido algo grande. Ahora toca contar lo que hemos visto, difundir esta realidad que está oculta a los ojos de muchos, para que poco a poco se puedan buscar soluciones.

  En estos días estoy intentando poner por escrito lo vivido, mirar las fotos, dar gracias por el bien que ha sucedido. Intentaremos crear una base firme, para seguir construyendo….

  Hasta pronto, Camerún.